martes, 10 de enero de 2023

El viejo se hizo líquido

Lo agarré por obligación, con la soga al cuello con la necesidad de aprobar un parcial, y terminé leyéndolo como si fuera Galeano, Stephen King o Fontanarrosa. El viejo escribió mil ensayos, la gran mayoría hace 30 o 40 años, pero su vigencia late. Tomándome el atrevimiento de resumir su obra en dos parrafitos, Zygmunt Bauman postulaba 2 grandes tipos de sociedades o “modernidades” en la historia contemporánea: la Modernidad Sólida y la Modernidad Líquida. El quiebre entre uno y otro es la globalización y la irrupción definitiva de la tecnología, bastiones principales del avance capitalista.
La Modernidad Sólida no era más que una necesidad capitalista de corte liberal: los Estados europeos nacientes tenían como primer objetivo garantizar las fronteras, una misma lengua, purificar las etnias y justificar guerras. Falsa bandera(teniendo en cuenta la mescolanza europea de la época), devenida en patriotismo estúpido. El modelo liberal ganó por partida doble; se aseguró la estabilidad necesaria para operar, y generó en sus pueblos la idea de identidad–y, lo que es peor- la noción de amenaza permanente. El miedo y el patriotismo parieron gemelos: fascismo y genocidio. Mercado 1, Sociedad 0.
Con apenas algún respiro keynesiamo de posguerra, el capitalismo mundial volvió a estabilizarse tras la crisis del petróleo. El trabajo pasó a ser un premio para los más aptos, y no un factor esencial de la vida en sociedad. Los colectivos y las instituciones perdieron terreno a manos de la desocupación y la miseria, y el individualismo comenzó a ser la regla. La globalización y la era informática terminaron de gestar el sueño capitalista dominante: un mercado de iguales "desiguales", donde las relaciones a todo nivel son efímeras y cada persona es su propia empresa. Esa velocidad en los vínculos (como un líquido que cae) le da significado a la Modernidad Líquida, y la maquinaria sólo engrana bien si genera el temor a quedar marginado. El miedo y la desigualdad parieron gemelos: inestabilidad y pobreza. Mercado 2, Sociedad 0, y anda a buscarla al ángulo, pero anda solito y apurate.
Ya me pasé de los 2 parrafitos y eso en Facebook es pecado. No importa, vale la pena una anécdota cortita de un profe que tuve. Contaba que cuando era chico, hace 40 años, fue con sus padres a la casa de electrodomésticos del barrio y compraron un lavarropas. Su familia estaba pensada para toda la vida –siempre y cuando el amor acompañara-, pero no sólo el matrimonio estaba así idealizado. El comercio de barrio era el negocio de otra familia y había pasado de una generación a otra. Hilando aún más fino, el lavarropas Eslabón de Lujo estaba diseñado y producido para durar 30 años en casa. Y yendo aún más profundo, muchos de los trabajadores que hicieron esa máquina, muy probablemente hayan trabajado en Eslabón de Lujo durante toda su carrera laboral. Esa estabilidad era la piedra fundacional para pensar en un proyecto común.
El profesor nos contó también que hace poco que había ido a comprar con su novia un TV LED, lo pagó en 12 cuotas con el descuento ofrecido por el banco con el que operaba su trabajo. Al poco tiempo debió llevar la tele al servicio técnico porque dejó de funcionar. Aparato berreta, hecho para unos meses. Allí recordó el lavarropas de sus viejos y la vida pensada a largo plazo. La Modernidad Líquida le cacheteó la jeta: no sólo había cambiado de pareja, también era otra la persona que lo atendió en Garbarino y el beneficio del banco ya no era tal, ya que prefirió irse a otra empresa por unos pesos más. Muchos de sus vínculos ya no eran. Todo rápido, todo yo, todo ya.
No hay reflexión ni conclusión final, solamente el libre albedrío de permitirse pensar. Por supuesto que no todo tiempo anterior fue mejor, pero si se desconocen las bases sólidas, no vamos a poder estar despiertos cuando el ciclo líquido del lavarropas vuelva a cero y nos pida apretar, una vez más, el botón de lo efímero.

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